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Cuando Aleksander Barkov levantó de nuevo la Stanley Cup en la Amerant Bank Arena, las luces del sur de la Florida iluminaron algo más que un trofeo: encendieron el nacimiento de una dinastía. Con su victoria sobre Edmonton, los Panthers se convirtieron en apenas la octava franquicia de la era de expansión (desde 1967) en encadenar dos campeonatos consecutivos, un club selecto donde figuran leyendas como Montreal, los Islanders de los 80 o los Penguins de Crosby.


Corazón, dolor y gloria

Ningún camino hacia la Copa resulta sencillo. Esta vez, Florida lo hizo cargando cicatrices: Matthew Tkachuk jugó con una hernia deportiva, Barkov lo hizo con la mano cortada y Sam Reinhart reapareció con un ligamento de la rodilla a medio camino de la recuperación. Sin embargo, el espíritu de vestuario pudo más que el dolor.

El héroe ofensivo fue Sam Bennett, premiado con el Conn Smythe tras firmar actuaciones decisivas en cada serie. A su alrededor, 18 compañeros distintos aportaron goles a lo largo de la postemporada: profundidad de campeonato pura y dura.


Piezas maestras de un bicampeonato

  • Refuerzos de impacto
    La gerencia apretó los botones correctos en marzo: Seth Jones llegó para apuntalar la defensa y el veterano Brad Marchand aterrizó desde Boston para aportar experiencia y 10 goles de playoff, seis en la final.
  • Guerreros de carretera
    Récord de 10-3 fuera de casa, la cifra tope para un campeón en la historia de la liga. Promedio de 4,69 goles como visitantes: implacables sin importar la pista.
  • Remontada de campeón
    Después de caer 0-2 en la segunda ronda, los Panthers reaccionaron con marca de 12-4 y un diferencial de +33 goles hasta coronarse: puro carácter.

Un lugar entre los inmortales

Philadelphia, Montreal, Islanders, Oilers, Penguins, Red Wings, Lightning… y ahora Panthers. La lista subraya lo que este grupo ha logrado: dos Cups seguidas, tres finales en fila y el respeto de toda la NHL. Lo han hecho con un estilo físico que incomoda a algunos rivales, pero con números que ya nadie puede discutir.

Para Florida, la historia no se detiene aquí: Barkov, Tkachuk, Bennett y compañía todavía tienen hambre. Con la base intacta y una directiva valiente en el mercado, el sueño de un tricampeonato –algo que nadie consigue desde los Islanders de 1983– deja de parecer imposible.

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